Y ya vamos por el cuarto tocho que me
leo sobre el vomitado de sinceridad de Karl Ove Knausgard. En España se ha publicado
también el quinto así que no estoy muy alejado de alcanzarle en su traducción
peninsular. De hecho he ido esta mañana a la biblioteca porque estaba disponible,
o eso decían, y no fue así. Bueno, supongo que podría empacharme y no juzgarlo
como merece.
En este tomo nos cuenta su etapa de
los dieciocho años. Hace de profesor en un pueblo del norte de Noruega. Allí no
se esconde al confesar una fugaz obsesión pederasta por una alumna, su
eyaculación precoz al iniciar su sexualidad, sus inicios como escritor y las
miserias de un joven que para esconder sus problemas los agrava bebiendo y
dedicándose al aturdimiento etílico. Como siempre, una vez más, páginas que
aburren junto a páginas que sorprenden por lo desvergonzadas. Creo que esta
obra general de “Mi lucha” es un clásico futuro y marca una tendencia
literaria. Vista en conjunto es grande. Vista en detalle es imperfecta por
largos momentos de tedio a los que nos somete el escribir sobre lo que nos
sobrecoge pero también sobre lo que de puro cotidiano no merecía la pena ni
mencionarse. Sea como sea, los que le leemos siempre volvemos. El mundo se ha
rendido ante este hombre tan imperfecto. Tan humano. Porque otra cosa no, pero
sinceridad… Casi indiscutible.
“Y
pensé: eso soy yo y mi escritura, una isla de luz en la oscuridad”
pág.388