Dos novelas de la misma editorial, de
dos ingleses de la misma generación, Nick Hornby (1957) y Jonathan Coe (1961),
leídas en el mismo intervalo de tiempo en que me apetecía volver a Inglaterra y
su ironía. Sólo diferenciadas por su temática y porque “Juliet, desnuda” de
Hornby se editó hace unos siete años (pero está en cualquier biblioteca) y “El
número 11” es del 2017, casi ayer mismo en su edición española.
También las asemeja lo bien
construidas que están. Ambos escritores son magníficos como novelistas. Aunque
prefiero a Coe, con el otro seré un poco injusto. Leído Hornby entre dos malas novelas
saldría ganando. Leído al lado del supremo Coe se me queda pequeño.
Hornby siempre nos habla de adultos
un poco frikis de la música en relaciones difíciles con su madurez o sus parejas. Y en esta
novela tenemos un matrimonio y un tipo que se pasa la vida en foros de internet
hablando de un viejo ídolo musical que desapareció años atrás y que sólo
recuerdan sus simpatizantes. Su mujer se plantea si no ha tirado los quince
años de pareja con él. Porque su vida no parece muy divertida. Al menos para
ella. Hasta que un día esta, por motivos que no contaré, se intercambia emails
con el cantante y comienza una relación epistolar con el ídolo de su marido, el
pedante de su marido, añado. La novela es ligera pero mantiene su interés. He
leído por ahí que Hornby no es un gran escritor pero sí un buen novelista y
creo que firmo esa idea. No hay grandes frases que llevarme subrayadas pero
está bien estructurada, los personajes bien definidos y la trama mantiene un
interés más o menos regular. Es agradable sin excesos. Y a veces hasta me he
visto reconocido en personajes que no me gustaban (tiene mérito que nos
identifiquemos con un mal personaje cuando lo fácil es buscarte al heroico pero
Hornby me ha puesto ese espejo delante y me miro, hay que hacer autocrítica).
Del gran Coe que ya he tratado antes por
aquí (en otras novelas ya que he leído unas cinco o así) sólo puedo decir que
siempre salgo impresionado de su mundo literario. A las capacidades del otro escritor como novelista debo
añadir la originalidad impredecible de sus tramas. Y que sus estructuras complicadísimas
con historias dentro de otras historias no le complican la vida al lector. Hace que lo
difícil resulte fácil.
En “El número 11” Rachel y Alison son
dos amigas a las que vemos desde su infancia hasta su madurez. Pero cada
capítulo trata la vida de estas en común o por separado. Y en cada capítulo
aparece un personaje diferente que se roba el protagonismo. Son como cuentos
unidos por ambas chicas que representarían la historia central. Pero es que los
cuentos son variados como pocos. La madre de una de ellas es una famosilla de
esas a las que cogen en reality shows de supervivencia en Australia y vemos ese
mundillo (uno de mis capítulos preferidos, así es la telebasura por dentro), un
escritor obsesionado con una película que vio de crío en un corte televisivo,
un supermillonario que contrata a Rachel para que cambie a su hijo de pijo
a ser humano normal, una subtrama de policías y detectives y ladrones… Aquí
cabe de todo. Crítica a la sociedad inglesa que como siempre digo con todas las
sociedades, no es tan distinta de la nuestra (problemas de recortes en sanidad,
en bibliotecas, etc. y manipulación),
historia de género negro, de monstruos(sí, sí, también pero te lo creerás
todo), algunos personajes que ya aparecieron en otras novelas del autor… Da igual. Todo cabe y nada chirría. Jonathan
Coe es tan bueno que ya casi lo situo al lado de mi querido Ian McEwan o Julian
Barnes o… vale, Paul Auster no es inglés pero como sus historias dentro de
historias me lo ha recordado, también lo comparo con él. Todos grandes
escritores. Otro día hablamos de las grandes escritoras pero estoy poniéndome
de acuerdo conmigo mismo en este terreno. Aunque aviso que me salen también muchas inglesas.
Cada loco con sus gustos estilísticos.