lunes, 8 de enero de 2018

"Juliet, desnuda" y "El número 11"



Dos novelas de la misma editorial, de dos ingleses de la misma generación, Nick Hornby (1957) y Jonathan Coe (1961), leídas en el mismo intervalo de tiempo en que me apetecía volver a Inglaterra y su ironía. Sólo diferenciadas por su temática y porque “Juliet, desnuda” de Hornby se editó hace unos siete años (pero está en cualquier biblioteca) y “El número 11” es del 2017, casi ayer mismo en su edición española.
También las asemeja lo bien construidas que están. Ambos escritores son magníficos como novelistas. Aunque prefiero a Coe, con el otro seré un poco injusto. Leído Hornby entre dos malas novelas saldría ganando. Leído al lado del supremo Coe se me queda pequeño.
Hornby siempre nos habla de adultos un poco frikis de la música en relaciones difíciles con su madurez o sus parejas. Y en esta novela tenemos un matrimonio y un tipo que se pasa la vida en foros de internet hablando de un viejo ídolo musical que desapareció años atrás y que sólo recuerdan sus simpatizantes. Su mujer se plantea si no ha tirado los quince años de pareja con él. Porque su vida no parece muy divertida. Al menos para ella. Hasta que un día esta, por motivos que no contaré, se intercambia emails con el cantante y comienza una relación epistolar con el ídolo de su marido, el pedante de su marido, añado. La novela es ligera pero mantiene su interés. He leído por ahí que Hornby no es un gran escritor pero sí un buen novelista y creo que firmo esa idea. No hay grandes frases que llevarme subrayadas pero está bien estructurada, los personajes bien definidos y la trama mantiene un interés más o menos regular. Es agradable sin excesos. Y a veces hasta me he visto reconocido en personajes que no me gustaban (tiene mérito que nos identifiquemos con un mal personaje cuando lo fácil es buscarte al heroico pero Hornby me ha puesto ese espejo delante y me miro, hay que hacer autocrítica).



Del gran Coe que ya he tratado antes por aquí (en otras novelas ya que he leído unas cinco o así) sólo puedo decir que siempre salgo impresionado de su mundo literario. A las capacidades del otro escritor como novelista debo añadir la originalidad impredecible de sus tramas. Y que sus estructuras complicadísimas con historias dentro de otras historias no le complican la vida al lector. Hace que lo difícil resulte fácil.
En “El número 11” Rachel y Alison son dos amigas a las que vemos desde su infancia hasta su madurez. Pero cada capítulo trata la vida de estas en común o por separado. Y en cada capítulo aparece un personaje diferente que se roba el protagonismo. Son como cuentos unidos por ambas chicas que representarían la historia central. Pero es que los cuentos son variados como pocos. La madre de una de ellas es una famosilla de esas a las que cogen en reality shows de supervivencia en Australia y vemos ese mundillo (uno de mis capítulos preferidos, así es la telebasura por dentro), un escritor obsesionado con una película que vio de crío en un corte televisivo, un supermillonario que contrata a Rachel para que cambie a su hijo de pijo a ser humano normal, una subtrama de policías y detectives y ladrones… Aquí cabe de todo. Crítica a la sociedad inglesa que como siempre digo con todas las sociedades, no es tan distinta de la nuestra (problemas de recortes en sanidad, en bibliotecas, etc. y  manipulación), historia de género negro, de monstruos(sí, sí, también pero te lo creerás todo), algunos personajes que ya aparecieron en otras novelas del autor…  Da igual. Todo cabe y nada chirría. Jonathan Coe es tan bueno que ya casi lo situo al lado de mi querido Ian McEwan o Julian Barnes o… vale, Paul Auster no es inglés pero como sus historias dentro de historias me lo ha recordado, también lo comparo con él. Todos grandes escritores. Otro día hablamos de las grandes escritoras pero estoy poniéndome de acuerdo conmigo mismo en este terreno. Aunque aviso que me salen también muchas inglesas. Cada loco con sus gustos estilísticos.