martes, 4 de diciembre de 2018

Bravura




Ya puedo decir que he leído todo lo de Emmanuel Carrère publicado en España. Incluso su biografía novelada sobre Phillip K. Dick.
“Bravura” y el “El bigote” son dos libros de esos que se publican cuando los autores tienen mucho éxito y los editores rebuscan en su pasado y descubren cosas inéditas (en nuestro país, esto ya se editó en Francia allá por los ochenta). Entiendo que se haga. Los admiradores quieren más de sus ídolos y puede interesarles ver los primeros pasos de sus escritores favoritos. Estos incluso pueden ser buenos. Pero a mí, después de leer todo lo que me gustó de Carrère y tenerle como autor de los seguros, de esos que sabes que cuando vas a leer algo suyo te va a gustar sí o sí, estos inicios me sorprenden. “Bravura” fue su primera novela y se nota. Si leéis a este escritor empezando por esta novela a lo mejor se os quitan las ganas de volver a hacerlo.
Mal estructurado, confuso, de lectura farragosa (leía unas veinte páginas y lo dejaba, en realidad me he peleado con la novela, he ido y vuelto de esta muchas veces, cualquier otro-a más inteligente que yo la hubiese abandonado en las primeras cien páginas sobre las más de trescientas cincuenta que tiene), ambicioso pero en plan juvenil, queriendo meter de todo pero al final liándose y liándote a ti.   
Y la idea era buena. Habla de ese invierno en que un volcán en Java cambio el clima y nos dio inviernos fríos y oscuros incluso en Europa, durante el año 1816. En Suiza, Lord Byron, el médico Polidori y los Shelley, para distraerse con tanta lluvia y tan pocas posibilidades de irse de marcha, se retaron a escribir una historia de terror cada uno. Esa velada se conoce como “la noche de los monstruos”. Ahí nació el Frankenstein de Mary Shelley, como ya sabemos.
El autor coge esa anécdota y muchos hechos históricos (esto sí es gusto del escritor que vendrá después) y nos cuenta una historia alternativa con Polidori. Al borde del suicidio cree que Byron se ha apropiado de la historia “El vampiro” y que Shelley le robó una idea para escribir Frankenstein. Y parece interesante. Pero luego aparece el personaje del capitán Walton, un tipo que escribe una historia alternativa de Frankestein muy curiosa y la leemos y ya empezamos a aturdirnos con ese viraje pero en fin, vale, vamos a ver qué pasa. Esta nueva versión de la historia la lee Ann, una escritora de historias románticas que da otro viraje a la historia tan alucinante y mal escrito que todo empieza a hacer aguas (como este resumen mío de la historia). La contraportada nos explica más o menos esto y que se trata de un juego de muñecas rusas, historias dentro de historias y reflexión sobre el arte de escribir. Todo suena tan bien que dan dobles ganas de llorar por el resultado desaprovechado. Y sin embargo sí veo a ratos destellos del Carrère que vendría. Una lástima. 

lunes, 5 de noviembre de 2018

Las cosas que perdimos en el fuego




Mariana Enríquez, porteña, 1973, condenada a escribir sobre lo cotidiano que deviene en extraño y acaba en atroz. Y digo condenada porque encuentro que tradición no le falta. Cortázar, Silvina Ocampo, Borges, Bioy Casares, Ernesto Sábato son referentes que me vienen a la memoria cuando la leo. Y lo brillante de Mariana es que estas referencias son como ecos porque la comparación se esfuma a la que leo un cuento distinto y me cambia el paisaje y hasta los esquemas mentales que ya estaba construyendo.
En “Las cosas que perdimos en el fuego” nos encontramos con doce cuentos de terror actual. A ratos sobrenaturales y horribles, a ratos más reales y documentalistas que nuestra realidad (también me ha recordado a Selva Almada en su retrato del macho machista tan reconocible en Buenos Aires como en cualquier otro lugar del mundo, en su denuncia fría dejando que los hechos definan al personaje casi más que las palabras). En cuanto a su mente sí consigue una literatura de género de calidad. Y yo esto sí que lo celebro. Poder recomendar un libro de terror, ciencia ficción o pura fantasía que vuele tan alto como un libro más mainstream, más fácil de premiar en prestigiosos certámenes (prestigiosos pero a veces injustos o pactados). Claro que esta escritora ya viene probando las mieles del éxito desde hace tiempo. Público y premios, el dúo dinámico del paraíso de un escritor, están a su favor.
Así que me dejo llevar por estos cuentos que siempre comienzan relatándome sobre la realidad de un barrio bajo de Buenos aires, de la infancia de una chica y sus fiestas, de un guía que habla de asesinos en serie, de una estudiante que se arranca las uñas y el pelo, de unos policías corruptos que se aprovechan de los miserables de mil maneras, de un triste episodio de la historia argentina... y todos estos hechos reales o verosímiles devienen, cuando menos lo esperas, en terrores cotidianos de los que poco puedo escribir si no quiero destriparlos. A veces puedes creer que el hecho es sobrenatural pero a veces te deja pensando si sólo ha sucedido en la mente de la protagonista o en la nuestra. Porque también se maneja bien con lo sutil. Sus mejores cuentos son los que narran la acción fuera de campo. Creo que eso genera que el lector monte su propio cuento alternativo en la imaginación.
Todo esto no quiere decir que no haya una historia que quede tan abierta que parezca como esas estafas de escritores pedantes que no saben cómo terminar su historia y la dejan a medias. Mariana Enríquez hace su trabajo y se nota que lo que escribe nace de una necesidad real de ser contado.
Como sucede en cualquier antología unos te gustarán más que otros. Algunos incluso me han rozado el Stephen King: “Bajo el agua negra” o el atroz “El patio del vecino” (pero un Stephen King al que no le pagasen los libros a peso y hubiese recortado el noventa por ciento de sus páginas). Creo que Enríquez es lo suficientemente versátil como para darte relatos leves que sugieran más de lo que enseñan y otros que te lo dan casi todo.
Otra gran recomendación de mi amigo el bibliotecario José, cuyas palabras fueron “estoy cubriendo el hueco que tengo con la literatura escrita por mujeres”. Bien, si hubiese dicho femenina ya hubiese ido por mal camino.
Pero al final da igual, las escritoras y los escritores geniales escriben libros sin sexo. Son para todo el que los quiera disfrutar.

Nos miramos a los ojos. Yo le creía casi siempre. Una vez me había dicho que no entrara en la habitación de mi abuela porque ella estaba ahí, fumando. Mi abuela, nuestra abuela, llevaba diez años muerta. Le hice caso, no entré, pero sentí el olor penetrante de los habanitos que fumaba la abuela en el aire, aunque no había humo”

lunes, 17 de septiembre de 2018

Hombres sin mujeres




Pues para no haber sido admirador de Murakami llevo ya como  unos cinco libros suyos leídos. Creo que ya estoy definitivamente “amurakamado”. Sigo interesándome por otras literaturas y no se me acabará el mundo cuando se me acabe su obra pero a falta de algo que me interese más volveré a sus libros. Aunque algunos…
Este es de cuentos. Así que en su caso doble atractivo porque no hay páginas de relleno. Son siete historias para 267 páginas. Entre todas no suman lo que una novela media de las suyas así que entendí que aquí iría por faena más rápido. Y así es. No es que vayamos a encontrar vibrantes movimientos de personajes ni historias espectaculares pero tampoco es que se trate siempre de eso.
Sí volvemos a sus referentes habituales, de eso no nos escapamos por más que sus personajes comen y beben menos en estos cuentos, el autor los ha puesto a dieta en esta ocasión. Sí hay un personaje en el cuento Kino que se pega unos buenos lingotazos de “White Label” pero no es lo más reseñable y tal vez tenga motivos para explicar los leves detalles de surrealismo hacia los que deriva el cuento, como si la cosa fuese tomando un cariz etílico.
También alusiones a música actual pero mucho más al jazz de cualquier época que esté escuchando en esos momentos Murakami. Si lo escucha él lo escucharán sus personajes.
He leído por ahí que también vemos la misoginia habitual del autor. ¿Misoginia? Creo que la sociedad nipona es misógina o por lo menos machista pero Murakami lo es un poco menos que su sociedad. Todos estos hombres sin mujeres de este libro lo son porque ellas decidieron dejarles pero la mayoría no siente rencor hacia estas, la mayoría idealizan a esas mujeres fuertes e independientes, la mayoría dedica el resto de sus días a recordarlas y a rememorar sus historias. Sherezade es el cuento que más nos ha gustado a los que comentamos por las redes. El relato “Samsa enamorado” también ha gustado mucho aunque a mí menos. Es la “Metamorfosis” al revés. El insecto se transforma aquí en hombre y eso no genera menos extrañeza. Es original y tiene sus momentos pero deja con los hombros bien encogidos. Y tampoco me apasiona el relato que cierra el libro y lo titula. Habla de lo mal que lo pasan los hombres sin mujeres pero se le escapa una obviedad tan sonrojante como esta:

Convertirse en un hombre sin mujer es muy sencillo: basta con amar locamente a una mujer y que luego ella se marche a alguna parte.

Gracias, Murakami, sin ti no lo hubiese adivinado.
En cuanto al único punto misógino lo pone en boca de un personaje no protagonista y no es para tanto:

Tokai estaba convencido de que todas las mujeres nacían con una suerte de órgano independiente especialmente diseñado para mentir.

Supongo que los hombres japoneses deben ser los más sinceros del mundo porque si no, no se entiende.  
Lo cuenta en “Un órgano independiente” claro, un cuento dónde un hombre abandona el donjuanismo por enamorarse locamente de una mujer. Muy bien llevado este también. “Drive my Car” o el cuento de ecos a lo Beatle “Yesterday” nos siguen recordando lo necesarias que son las mujeres para los hombres y lo mal que lo llevamos si las que queremos se nos van por ahí o somos tan torpes de dejarlas. Así que el libro sí es más o menos homogéneo en cuanto a temática. Irregular como todo libro de cuentos pero coherente con la filosofía del título.
Hasta el próximo Murakami. Pero recordad que este es sólo para los que gusten mucho de este autor y desgraciadamente para mí, no estaba en el grupo. Un seis sobre diez.  

lunes, 27 de agosto de 2018

El príncipe Lestat y los reinos de la Atlántida




Porque lo vi en el estante de novedades. Creo que fue por eso. Y porque era extraño. Los cantos del libro eran azules con lo que llamaba mucho la atención. Me atrajo como la mariposa a la luz dónde se acaba quemando. Como uno de esos youtubers que critican libros y dicen que está muy chulo, muy guay y que la portada es genial. No muy adultos, claro, ya crecerán y empezarán a leer lo de dentro o por lo menos a valorarlo más que la cubiertas.
Pero en mi regresión vi el nombre de Anne Rice. Lecturas juveniles de mi ídem. Yo leí su “Confesiones de un vampiro” (más película). “Lestat el vampiro”, “La reina de los condenados” (más espantosa película). También le pegué a sus brujas de Mayfair o a su momia. Incluso a un no demasiado lejano hombre lobo. Pero sólo me quedo con los dos primeros y no sé si resistirán una lectura con mis cansados ojos de adulto. Esta señora ha escrito más de cuarenta novelones y ha vendido más de cien millones de libros alrededor del mundo. Influyó tanto a Stephenie Meyer que si yo fuera su abogado la demandaba por plagio. Pero lo cierto es que los primeros vampiros de Anne Rice cambiaron la forma de entender este mito. Pasaron de monstruos a superhéroes con glamour. Mucho menos románticos y cursis de lo que haría la otra señora copiona de “Crepúsculo”, más filosóficos, rompiendo barreras de sexo, muy bien vestidos y guapos (Anne Rice es una amante del esteticismo, como opción no se puede reprochar aunque eso en su degeneración actual, se queda en cómico). 
Quise en definitiva regresar a una vieja amiga. Yo caí por el cuarto libro de los vampiros “El ladrón de cuerpos”. Pero ellos siguieron mordiendo diez libros más. En esta catorceava novela de la saga (aunque todas sus sagas de brujas, momias o lo que quieras comparten escenarios, mundo y hasta personajes), Lestat se ha hecho príncipe de los vampiros y lleva el espíritu que los anima desde el principio de los tiempos, Amel. Como es consciente de que muchos hemos pasado de leer sus anteriores novelas, hay índice de personajes, diccionario de conceptos y la sensación de mucha complicación para tan poca historia. Porque ahora nos hablará de unas nuevas criaturas que se saca de la manga, los replimoides. Cada libro de la saga es ir atrás en el tiempo y conocer al maestro del maestro del maestro, cada vez más poderosos todos. En plan videojuego o dragon ball. Pero aquí a más viejo, te suben el nivel. Y en esta novela hay un malvado que viene del libro anterior(se ve que el libro trece fue el regreso vampírico después de haber cerrado la saga en el doce y ahora ya vamos por la siguiente entrega de lo que podríamos llamar la nueva temporada de Lestat y amigos).
Durante casi seiscientas páginas los personajes hacen algo que yo no supe o quise ver ya en “La reina de los condenados”, sentarse y hablar de sus cosas. Todo eso da la sensación de que no hay acción. Simplemente historia vampírica o de espíritus. Ciencia ficción de serie B o de tebeo de los años cuarenta (muy dirigido a los niños). Se inventa incluso un material nuevo parecido al polímero que a mí me recuerda al Adamantium de Lobezno pero más útil y multiusos.
Los personajes hablan todos igual y Lestat ha perdido su carisma. Todos tan emocionales como siempre pero un poco rutinarios en sus descripciones de vestuario y cabellos largos y perfumados y blah, blah, blah de lo mismo. Está claro que este libro no estaba dirigido a mí. Lo terminé porque me gusta acabar lo que empiezo y porque me lo llevaba para el tren y lugares de difícil concentración intelectual. Y esto es como papilla literaria. Pero ya no más.
Cuando tenía el grupo de música le dediqué una canción a Anne Rice y sus inmortales. Me fascinaron sus dos primeros libros sobre todo. Pero luego todo ha sido repetición. Su mitología está bien atada y sorprende lo bien que controla su mundo (hay escritores que se pierden en sus propias creaciones pasados los diez libros). Y tengamos en cuenta que tiene más de ochenta años. Una edad en la que ya muchos no pueden escribir ni una carta coherente.
Por respeto a lo que fue diré que pudo ser peor. Y por seguir respetando creo que no la leeré más.       

miércoles, 8 de agosto de 2018

Como el agua que fluye




Antes de llegar a este libro pasé por otros dos de la autora. Me refiero a su más que célebre “Memorias de Adriano” y al tal vez menos conocido “Opus Nigrum”. A mí el segundo casi me gusta más que el otro. Pero sobre gustos no hay nada escrito… que valga la pena.
Como el agua que fluye” es otra reedición. Esta es ya una señora que vive gracias a que ciertas editoriales siguen apostando por autoras del siglo XX cuya literatura ha envejecido poco. Aunque antes nos costaba, ya podemos considerar autores clásicos a los señores y señoras del siglo pasado. Creo que ya hay perspectiva suficiente para entender cuáles eran flor de un día y cuales han sobrevivido sin envejecer ni un día lo que escribieron.
Marguerite Yourcenar escribió mucho y bien sobre la Historia. Me sorprende que todavía se siga apostando por ella. Tiene un estilo clásico muy poco dado al dialogo donde sí prima la descripción (más de pensamientos o paisajes mentales que de escenarios pero a veces, también de estos últimos) por encima del diálogo. En un mundo de capítulos cortos, mucho diálogo, mucha separación de páginas en blanco, cuerpo de letra tirando a enorme, etc. es grato entender que hay mucha gente por ahí que todavía es capaz de leer la Historia vista a través de una mirada menos complaciente.
Esta novela son en realidad tres cuentos. La misma autora explica que los escribió con veinte años. Eran tiempos en los que la gente de veinte años debía tener una capacidad para resultar profunda y hasta una erudición que las tablets y los móviles están matando. Pero no me gusta llorar sobre la leche derramada o sobre la cultura evanescente. Es lo que hay. Y estos cuentos, todo hay que decirlo, fueron revisados posteriormente por Yourcenar.
En estos tres cuentos tenemos una historia de amor entre hermanos que Hollywood no aceptaría debido a que Hollywood a su manera es más conservador y viejo que la buena literatura clásica. Hay otra historia sobre un hombre que vive y muere y pasa por diversas vicisitudes del siglo XVII sin una gran cultura en su haber pero con una capacidad no inferior para extrapolar lecciones. Viene a decirnos que a los leídos de los no leídos solo nos separa el lenguaje. Es una excelente lección de humildad aderezada con más episodios sórdidos que no contaré aquí por no desvelar demasiado. 
El tercer y más breve de los cuentos nos habla del hijo del señor que aparece en el segundo cuento. Quiere dedicarse al teatro y vivir muchas vidas. Como los que leemos o los que escribimos.    
Otro buen libro de la autora aún perteneciendo a su obra menor y primeriza.
En cualquier caso siempre es mejor empezar por lo mejor que ha hecho. O no. Este es un libro breve.
Para amantes de la historia bien documentada y la filosofía. 

lunes, 16 de julio de 2018

La decadencia de Nerón Golden




Para mí Salman Rushdie es un premio Nobel claro. Así, sin más. Desde que leí sus “Versos satánicos” descubrí a un creador de imágenes líricas inmejorable. Pero es que también sabe desarrollar personajes y hacerlos creíbles. Y tiene buen tino para el detalle leve y literario. Y algo del sentido del humor que le deben haber prestado los ingleses. Y analiza la sociedad o sociedades en las que se ha movido como pocos. Podría seguir pero dejaría de lado el libro.
La decadencia de Nerón Golden” es como una nueva versión del Padrino con un algo de cachondeo inteligente y un mucho de disección de la sociedad americana y por ende de la occidental que tanto la imita. Aquí vamos a tener al misterioso Nerón Golden, un señor de cierta edad que llega de un lugar misterioso cargado de preguntas para los demás a un Estados Unidos que hace la transición entre Obama y Trump. A Trump se le llama el Joker todo el tiempo pero se entiende muy bien lo que cuenta. El nuevo presidente es el payaso triunfador por antonomasia. Pero no va solo de política.
Los tres hijos de este tipo que viene de algún lugar presumiblemente oriental huyen de un pasado más que oscuro cargado también de un dineral, de ahí el nombre, es casi un emperador en su período de decadencia. Y estos hijos son muy distintos. Está el autista, el de en medio que es el más artista y el pequeño que quiere ser la pequeña y cambiarse de sexo (y da lugar a muchas páginas que reflexionan de manera genial sobre los géneros sexuales y la forma en que se confunden hoy en día, seguro que a alguna polémica si leyeran más a Rushdie que no es demasiado políticamente correcto).
La nueva joven mujer rusa de Nerón es otro personaje interesantísimo (y la forma en que la introduce con la famosa leyenda de su país de Baba Yagga, otra de las genialidades para gourmets de la buena literatura).
Todo eso lo vemos desde los ojos de un narrador ajeno al grupo pero que vive con ellos, un joven director de cine que nos brindará muchas páginas de charla sobre séptimo arte y alguna que otra sobre cómic(me sorprende que el señor Rushdie me hable de Batman o Spiderman con la misma soltura que cualquier friki como por ejemplo, no sé, yo mismo).   
Han comparado la novela con el Padrino, ya lo he dicho o con Los Soprano. Pero creo que lejos de las comparaciones tiene su propio valor y sobre todo entidad propia. Hacia tantos años que no leía a este escritor que pensaba que ya no me sorprendería o que me había dejado entusiasmar por pasiones juveniles cuando disfruté tanto con el anterior libro mencionado, el de los versos. Pero me alegró ver que no, que el gran escritor que descubrí era real.
Cuando abrí el libro no me apetecía leer otra historia sobre una familia mafiosa. Cuando lo acabé tuve ganas de que hubiera más como este.
Otro escritor que usaré de comodín cuando no sepa qué es lo próximo que voy a leer. De esos con los que voy a lo seguro.

lunes, 11 de junio de 2018

Manual para mujeres de la limpieza




Por fin lo conseguí. Tanto leer sobre ella. Tantas tardes consultando el catálogo de la biblioteca y ver que estaba en préstamo y con varias reservas. Un libro con tantos pretendientes-as y una crítica tan unánimemente unida por lo positivo sólo preludiaban un gran libro. Y por supuesto una gran decepción. Porque el libro había crecido tanto en mi cabeza que había llegado casi al tamaño del mito.
¿Qué me he encontrado? Pues un libro de cuentos muy bien escrito, sin florituras, muy directo y que muestra el talento de una escritora que con otra vida y más dedicación pudo haber llegado a más.
Porque Lucía Berlín, al más puro estilo de los narradores-as americanos trabajó de todo menos de escritora, esto último le llegó tarde y con escaso reconocimiento, no vivió de su arte. Desde enfermera hasta señora de la limpieza. Además de bregar con la terrible enfermedad del alcoholismo que asoma en varios cuentos su lado más cruel (aunque Lucía Berlín intenta hacer divertido el episodio más atroz).
Aunque es una recopilación de cuarenta y un relatos ordenados de más antiguo a más moderno, se puede leer como novela. Se repiten constantes y muchas veces el personaje principal del cuento parece un alter ego de la misma Lucía. En los viejos cuentos ves a su hermana sana o a un submarinista mexicano con el que tiene una aventura y en cuentos posteriores aparece su hermana ya enferma o el profesor de submarinismo viejo y recordando la aventura. Salvo en unos pocos cuentos dónde la autora se traviste de hombre para contarnos una historia de cárcel, otra de un abogado que se deja fascinar por su clientes(en un cuento muy Highsmith por esa fascinación) o en el durísimo relato de una mujer que tiene que luchar para mantener a su bebé y a ella misma con vida en un lugar más que hostil, en casi todos hay referencias a otros cuentos.
He recordado a Buckowski. Sus cuentos empiezan con el pretérito imperfecto del mismo modo. Como si se tratase de una anécdota que alguien recuerda y de modo oral te cuenta en un viaje “Yo estaba en aquel país haciendo…” . La anécdota empieza y te cuenta algo pero no necesariamente se remata con un final perfecto. A veces termina inesperadamente. De cualquier manera. Como si fuese el pedazo de una historia que tú mismo te puedes montar en tu mente. Igual que en el viejo Buck. La economía de palabras también lo recuerda. Y el ritmo. Y sin embargo no hay que caer en la trampa de las comparaciones. Cuando acabas el libro ya te das cuenta de que son objetivos distintos los perseguidos. Hasta el alcoholismo se ve desde ópticas diferentes. El viejo escritor se ufanaba del alcohol que bebía. Con Lucía Berlín no te apetecerá entrar en ese mundo malsano de la dependencia etílica.
En fin, una notable escritora de la que esperaba un libro excelente pero al final se queda en un siete sólo por la desgracia de las expectativas pero que a pesar de todo, es bastante recomendable.
Sigue triunfando en las librerías.     

martes, 22 de mayo de 2018

No habrá más enemigo




Mi tocayo escribe bien. Ya me lo habían dicho y por eso recalé en su literatura pero claro, hasta que no lo lees con tus propios ojos no te lo acabas de creer. Especialmente porque la literatura es algo lo suficientemente íntimo como para desconfiar hasta de tus mejores recomendadores. Porque no siempre tienes el cuerpo para cierto tipo de literatura o porque ninguna persona es tan igual a otra que le vayan a gustar siempre los mismos libros en el mismo instante, del mismo modo. Pero a Sergi (que no puede ser Sergi como yo de ningún modo porque él es madrileño y esa forma del nombre no se lleva) me lo recomendaban hasta en la sopa si esta era de letras.
Así que me fui a una biblioteca especializada en novela negra que suele cumplir cualquier deseo relacionado con espías, crímenes y demás que se me pase por la cabeza. Pude leerme aquel ensayo sobre España que ha hecho pero tenía que caminar más y hasta otra biblioteca que me obligaba a caminar mucho un día en que excepcionalmente no me apetecía hacerlo.
Y probé con “No habrá más enemigo”, su primera novela. Con la que quedó finalista. También me llevé un libro de Salman Rushdie porque estaba allí y era novedad pero eso ya para otro día.
Y sí, el libro me enganchó desde la primera página. Me enredé en la historia de ese personaje que una vez al año es convocado mediante mensajes por una misteriosa chica para quedar aquí, allí, en Portugal, en su casa o en la de otros y tener sexo salvaje. Sólo una vez al año y luego silencio y más misterio. Con encuentros cada vez más subidos de tono y hasta diría que violentos. La chica parece conocer tan bien la vida del personaje principal como este o nosotros desconocemos la suya. A ratos casi parece que estemos en una novela sobrenatural porque ella le conoce tan bien que parece un sueño que se le aparece ocasionalmente para cumplirle los sueños por motivos que claro, también desconocemos.
La historia se la narra a una segunda persona del singular y eso no me acaba de gustar pero luego descubrimos que ese tú es un tal León, personaje que aparecerá en la segunda parte de la novela.
Y este es el único pero que le veo al asunto. Que la novela tiene cuatro partes que son como cuatro historias muy distintas e independientes aunque de algún modo estén relacionadas. A mí todos esos misterios me acaban agotando y hasta me pierdo porque se complica tanto todo que mi reducido intelecto no parece llegar. Por más que no paso una sola página sin llevarme una frase poética a los ojos o una imagen de auténtico escritor de raza.
Durante más de media novela el argumento me fascina pero luego siento que va decayendo. Y que lo que tanto me importaba descubrir se diluye en nuevas historias que ya no están al nivel del portentoso inicio.
Aún así este es un escritor al que voy a seguir. Seguramente le premie como hago con los grandes y me rasque el bolsillo por él, tanto me ha gustado a pesar del gran “pero” que incluyo más arriba.
Estoy seguro que un tipo tan inteligente como él no puede hacer otra cosa que mejorar. Algo me dice que pronto estaré reseñando otra de las suyas. Quiero más de Sergio del Molino. Todo lo que pille.

lunes, 23 de abril de 2018

Las olas




Hay libros que independientemente de lo bueno o malos que puedan ser no se pueden ir recomendando alegremente a cualquiera.
“Las olas” de Virginia Woolf es un buen ejemplo de mi tesis. Más que bueno es obra maestra. Se publicó en 1931 y ya desarrolla ideas vanguardistas tan arriesgadas y modernas que no solo siguen vigentes sino que dejan en ridículo a ciertos experimentadores-as actuales.
Está escrito en prosa pero es más bien poesía. Por su intensidad, por el ritmo y porque no cuenta historias, esto es más bien la aventura de la mente de la autora o de sus personajes. Una narración subjetiva de los pensamientos de seis tipos distintos. Está el triunfador Louis, la suicida Rhoda, la enamorada de lo bucólico Susan, el hombre que amaba a otros hombres Neville (con muy poca fortuna), la buenorra superficial de Jinny, el buscador de buenas frases para escribir Bernard… También esta Percival que sale poco y muere pronto, es más bien un compañero que se recuerda. Pero no nos equivoquemos. No es una precursora de Friends, el humor brilla por su ausencia. Esto es más sobre la melancolía, el paso del tiempo (a la autora le gustaba jugar mucho con el tiempo literario, es casi su especialidad de la casa), el deseo de que todos seamos uno y no individualidades (toma ya), algunas otras ideas filosóficas que me han sorprendido en cuanto que yo mismo había pensado y hasta escrito alguna vez. Todos esos pequeños hallazgos literarios, poéticos o de pensamiento me han hecho continuar con la novela y leerla rápido a pesar de que no se recomienda una lectura rápida. Nadie lo hace. Esta no es para la playa o el campo. Cada frase tiene sentido. No hay nada fuera de sitio. Los personajes piensan y claro, no hay diálogos. La autora salta del pensamiento del uno al otro y aunque al principio puede parecer difícil, siempre hay un “dijo Bernard o Rhonda, etc.” que te aclara quién es el narrador de cada párrafo. Los aciertos de la novela pueden ser también su lastre para quién no quiera tanto estilo, estructura o pretensiones.
Hay intermedios en cursiva donde se nos narra el paso del sol a lo largo del día. El amanecer coincide con los personajes en su infancia, el crepúsculo con su vejez (más los grados intermedios, hay una clara metáfora del día que es como la vida de todos ellos y cobrará sentido en el último párrafo).    
La novela pretende escribirse como el batir de las olas. Sus frases quieren fluir de ese modo. Arrancar, transcurrir, ¿romperse en una frase corta?. Sea como sea la ola como metáfora alcanza la novela incluso más de lo que pensamos, acaba derivando en plena y triste idea existencial. En lo efímero de todo.
El libro que yo manejé es el de Lumen. Se lee sin prólogo ni notas. A palo seco. La edición de Cátedra es todo lo contrario para los muy fans de la autora. Debe ser interesante ver los veinte mil detalles que una primera lectura no deja atrapar.
Mi ejemplar, por cierto, estaba tan arrasado de subrayados que al final entendí que se trataba de alguien que la había estudiado. ¿Algún-a estudiante de literatura? Desde luego dejó la novela como un campo de batalla. 
Como curiosidad decir que a Virginia Woolf, James Joyce le parecía muy retorcido pero finalmente dejó que cierta influencia calara en su propia literatura. También me recuerda este vanguardismo a toda costa al de Faulkner. Los tres son un tridente complejo pero genial.
Pero como decía al principio esta no es una recomendación fácil. Si buscáis opiniones (yo las busqué después de leerlo), se dividen en los que la adoran y en los que la odian a muerte. Suele pasar con la mejor literatura, que no deja indiferente a nadie.
Yo mismo disfruté de otros libros de Virginia Woolf como “Al faro” solo porque me fatigaba menos.
Este libro no ofrece treguas al lector. No hay áreas de descanso. Ni abre las ventanas para que respiremos. Es claustrofóbico. No cuenta ninguna historia realmente, es pensamiento puro llevado al extremo. A veces es demasiado triste. Y si sabéis lo que pasó con la escritora, más.
Puedo respetar a sus detractores. En serio. Es sólo que yo no puedo estar entre ellos cuando tanto ingenio y tanta poesía siguen tan vivos.
Otra escritora para escritores-as. O para lectores muy avezados.
El que avisa…

lunes, 5 de marzo de 2018

Bailando en la oscuridad. Mi lucha: 4




Y ya vamos por el cuarto tocho que me leo sobre el vomitado de sinceridad de Karl Ove Knausgard. En España se ha publicado también el quinto así que no estoy muy alejado de alcanzarle en su traducción peninsular. De hecho he ido esta mañana a la biblioteca porque estaba disponible, o eso decían, y no fue así. Bueno, supongo que podría empacharme y no juzgarlo como merece.
En este tomo nos cuenta su etapa de los dieciocho años. Hace de profesor en un pueblo del norte de Noruega. Allí no se esconde al confesar una fugaz obsesión pederasta por una alumna, su eyaculación precoz al iniciar su sexualidad, sus inicios como escritor y las miserias de un joven que para esconder sus problemas los agrava bebiendo y dedicándose al aturdimiento etílico. Como siempre, una vez más, páginas que aburren junto a páginas que sorprenden por lo desvergonzadas. Creo que esta obra general de “Mi lucha” es un clásico futuro y marca una tendencia literaria. Vista en conjunto es grande. Vista en detalle es imperfecta por largos momentos de tedio a los que nos somete el escribir sobre lo que nos sobrecoge pero también sobre lo que de puro cotidiano no merecía la pena ni mencionarse. Sea como sea, los que le leemos siempre volvemos. El mundo se ha rendido ante este hombre tan imperfecto. Tan humano. Porque otra cosa no, pero sinceridad… Casi indiscutible.

Y pensé: eso soy yo y mi escritura, una isla de luz en la oscuridad” pág.388 

lunes, 5 de febrero de 2018

Mi maravillosa librería



Por mi experiencia lectora, Periférica tiene dos clases de libros: los raros y los libros que tratan sobre libros. A los últimos me apunto mejor que a los primeros así que este fue recolectado nada más verlo en su estantería. Petra Hartlieb nos cuenta su experiencia cuando compra a medias con su marido una librería en Viena. El libro es nada más que eso. Y todo eso. Contado directamente, rozando lo coloquial, sin efectismo alguno. Directo. Muy simpático si se me permite también el coloquialismo. A lo largo de sus páginas vemos las dificultades de los libreros, el inmenso esfuerzo de jornadas de más de nueve horas intensas en las que hablas y hablas sin parar y descargas libros y te multiplicas porque si no, no sales adelante. Pero tengamos en cuenta que esta librería parece de las que funcionan, dudo que sea extrapolable a esas librerías que cierran y ves vacías por ahí.
La autora nos cuenta casi en confidencia hasta los problemas con su marido o su suegra. También, de un modo natural, cómo se va a dormir con una o dos copitas de vino para coger el sueño. No sé si se da cuenta pero de una manera suave eso es alcoholismo.
La novela no tiene el habitual inicio, nudo y desenlace. No hay más conflicto que levantar esa librería y no hay más malvado que Amazon que sale más de cinco veces mencionado como el terror de los pequeños libreros.   
La novela en realidad es más documental que literatura pero si te interesa este mundo ya cumple con su función de entretenimiento y hasta de aprendizaje sobre el mundillo.
También te aporta la convicción de que si amas lo que haces, cualquier sobresfuerzo te compensa. Esta librería acaba siendo como un hijo. Miles de problemas pero al final no renunciarías a ella por nada del mundo.

Un libro interesante pero no busques más historia que la que indico. Y ahora que Isabel Coixet se ha llevado un Goya con una historia que también habla de libreras basada en una obra similar es un buen complemento si te va este subgénero de la literatura(libros que hablan de libros o de librerías). 

lunes, 8 de enero de 2018

"Juliet, desnuda" y "El número 11"



Dos novelas de la misma editorial, de dos ingleses de la misma generación, Nick Hornby (1957) y Jonathan Coe (1961), leídas en el mismo intervalo de tiempo en que me apetecía volver a Inglaterra y su ironía. Sólo diferenciadas por su temática y porque “Juliet, desnuda” de Hornby se editó hace unos siete años (pero está en cualquier biblioteca) y “El número 11” es del 2017, casi ayer mismo en su edición española.
También las asemeja lo bien construidas que están. Ambos escritores son magníficos como novelistas. Aunque prefiero a Coe, con el otro seré un poco injusto. Leído Hornby entre dos malas novelas saldría ganando. Leído al lado del supremo Coe se me queda pequeño.
Hornby siempre nos habla de adultos un poco frikis de la música en relaciones difíciles con su madurez o sus parejas. Y en esta novela tenemos un matrimonio y un tipo que se pasa la vida en foros de internet hablando de un viejo ídolo musical que desapareció años atrás y que sólo recuerdan sus simpatizantes. Su mujer se plantea si no ha tirado los quince años de pareja con él. Porque su vida no parece muy divertida. Al menos para ella. Hasta que un día esta, por motivos que no contaré, se intercambia emails con el cantante y comienza una relación epistolar con el ídolo de su marido, el pedante de su marido, añado. La novela es ligera pero mantiene su interés. He leído por ahí que Hornby no es un gran escritor pero sí un buen novelista y creo que firmo esa idea. No hay grandes frases que llevarme subrayadas pero está bien estructurada, los personajes bien definidos y la trama mantiene un interés más o menos regular. Es agradable sin excesos. Y a veces hasta me he visto reconocido en personajes que no me gustaban (tiene mérito que nos identifiquemos con un mal personaje cuando lo fácil es buscarte al heroico pero Hornby me ha puesto ese espejo delante y me miro, hay que hacer autocrítica).



Del gran Coe que ya he tratado antes por aquí (en otras novelas ya que he leído unas cinco o así) sólo puedo decir que siempre salgo impresionado de su mundo literario. A las capacidades del otro escritor como novelista debo añadir la originalidad impredecible de sus tramas. Y que sus estructuras complicadísimas con historias dentro de otras historias no le complican la vida al lector. Hace que lo difícil resulte fácil.
En “El número 11” Rachel y Alison son dos amigas a las que vemos desde su infancia hasta su madurez. Pero cada capítulo trata la vida de estas en común o por separado. Y en cada capítulo aparece un personaje diferente que se roba el protagonismo. Son como cuentos unidos por ambas chicas que representarían la historia central. Pero es que los cuentos son variados como pocos. La madre de una de ellas es una famosilla de esas a las que cogen en reality shows de supervivencia en Australia y vemos ese mundillo (uno de mis capítulos preferidos, así es la telebasura por dentro), un escritor obsesionado con una película que vio de crío en un corte televisivo, un supermillonario que contrata a Rachel para que cambie a su hijo de pijo a ser humano normal, una subtrama de policías y detectives y ladrones… Aquí cabe de todo. Crítica a la sociedad inglesa que como siempre digo con todas las sociedades, no es tan distinta de la nuestra (problemas de recortes en sanidad, en bibliotecas, etc. y  manipulación), historia de género negro, de monstruos(sí, sí, también pero te lo creerás todo), algunos personajes que ya aparecieron en otras novelas del autor…  Da igual. Todo cabe y nada chirría. Jonathan Coe es tan bueno que ya casi lo situo al lado de mi querido Ian McEwan o Julian Barnes o… vale, Paul Auster no es inglés pero como sus historias dentro de historias me lo ha recordado, también lo comparo con él. Todos grandes escritores. Otro día hablamos de las grandes escritoras pero estoy poniéndome de acuerdo conmigo mismo en este terreno. Aunque aviso que me salen también muchas inglesas. Cada loco con sus gustos estilísticos.