Intentando retomar viejas sensaciones
de viejos veranos de infancia he leído mucha literatura de género este verano.
Con desigual resultado.
Este libro lo vendía esta
recientemente desaparecida Editorial “La factoría de ideas”, como ciencia
ficción feminista. Mi muy modesta opinión me ha brindado otras conclusiones.
Para empezar no es ciencia ficción.
La misma autora asegura que la ciencia que hay en sus páginas es inventada.
¡Vaya que si lo es! No hay ciencia especulativa como en la mayoría de clásicos
del género. Hay más bien fantasía sujeta a reglas aleatorias. Aquí el problema
es que puede suceder cualquier cosa contra las reglas de la física o la
biología en cualquier momento. Y sucede. En ese sentido esto sería mera
fantasía, o surrealismo o efectos del LSD y otros alucinógenos en la escritura.
No tiene por qué ser malo. En el lado positivo de la balanza diré que algunas
de sus creaciones fantásticas son excelentes. Tiene muchas imágenes poderosas
que es difícil no imaginar en pantalla grande. Pero si no hay reglas es como el
relato de un niño. No me genera tensión, no siento empatía por los personajes,
me da igual lo que pase porque pasará algo sin voluntad de tener mucho sentido.
Supongo que estoy infectado por el amor a la lógica pero vamos, que si te gusta
lo absurdo, esta es tu novela.
En cuanto a lo de feminista sí, tal
vez. El discurso mujeres contra hombres y viceversa recorre todas las páginas.
Pero el feminismo aquí es cuando menos curioso. Vean la historia. Una plaga en
el futuro (esto sí suena a ciencia ficción) ha matado a casi todos los hombres.
A las mujeres no les afecta y dominan ahora la tierra. Los pocos machos que
quedan están controlados en una especie de castillo donde concursan para
convertirse en reproductores (serán los cerdos superiores en clara alusión a lo
que las mujeres piensan de nosotros en muchas ocasiones). Sí, parece muy
feminista de momento. O más bien hembrista. Hay un laboratorio donde introducen
a un tipo al que tratan de cobaya humana y torturan durante casi las
trescientas cuarenta páginas de historia. Aquí los hombres son tratados como
objetos de estudio, de reproducción, de risa (la mayoría son débiles y cobardes
o estúpidos) y puedes seguir. Realmente parece una novela muy dura contra mi
sexo.
Pero difícilmente me puede parecer
feminista una novela en la que las mujeres repiten los comportamientos
violentos, sexuales, mezquinos y un largo etcétera de los hombres. Porque así
son sus heroínas. Es difícil encontrar una que caiga bien. Así que realmente no
sé de qué va o qué quiere contarme salvo en algunos párrafos interesantes sobre
nuestra sociedad (sí, la que vivimos ahora, no la de su futuro inventado).
En la primera página su heroína se
introduce una pistola en la vagina a modo de consolador y de ahí para adelante,
todo guerra. En un centro comercial unas
chicas adolescentes se lían en una guerra de sexo y violencia que no cesa hasta
el final. Los capítulos del centro se alternan con los del macho o machos
puestos a estudio. Uno de los dos mundos es símbolo del otro.
Pero la historia, en la que no
consigo implicarme nada (por más que tiene un buen ritmo es redundante y le
sobran páginas, cuenta demasiadas veces el mismo tiroteo) se defiende en las
perlas con las que terminaré este post. Si no fuese con las inteligentes
reflexiones de Tricia Sullivan, me hubiese costado llegar al final. Pero es que
ocasionalmente me ha hecho sonreír o asentir o subrayar. Y solo por eso no
suspendo la historia. Un bien bajo para mí. Tal vez a ti que no te gusta la
ciencia ficción te guste más.
“La
verdad es que al verlo al otro lado del cañón de mi pistola, me estaba
humedeciendo. He leído en alguna parte que al clítoris le gusta el poder” pág.
111
“Se
lanza al artificio creado por el hombre, que inventó el comercio para
seducirla. Nunca necesitó nada de eso. Anuncios de descuentos con tarjetas de
crédito y solicitudes de compra le son totalmente innecesarios; es capaz de
hacer seres humanos, pero parece que a ella no le importa.
De verdad pienso que si las mujeres son incapaces de darse cuenta de
esto, no se merecen dominar el mundo” pág. 138
“…la Falange de los Maderos Gordos. Toda la masculinidad autocomplaciente
y pagada de sí misma que puedas consumir, y segunda copa gratis en la
comisaría. Eso es todo lo que yo veo en los polis, esa mierda patriarcal que
siempre se impondrá a cualquier acuerdo de respeto mutuo. Esa jodida
incapacidad obsesiva para verte y tratarte como a una persona, es una subclase
de macho que nunca jamás cambiará, no importa lo que ocurra. Ahí están ellos,
con sus uniformes y su disciplina, una representación codificada y abstracta de
todos los trabajadores de la construcción que llevan toda la vida silbándote, y
ahí estás tú, demasiado educada para mearte en sus cajas de herramientas en
venganza, demasiado educada para desafiarlos, caminando todo colorada porque lo
peor de todo era que no sabías si de verdad te silbaban como le silbarían a
Caprice (modelo) o si solo estaban siendo sarcásticos y riéndose de tus piernas
flacas y cortas y de tu culo plano. Encima, se supone que no tienes que
molestarte. Se supone que tienes sentido del humor: como ellos. …” pág. 282
Este último párrafo todavía continúa
pero ya veis por dónde va. Y es brillante. Y es por esto y cosas así, como ya
he dicho, por lo que terminé de leer sin demasiado disgusto una ficción que me
trató tan mal.