martes, 19 de septiembre de 2017

El centro



Intentando retomar viejas sensaciones de viejos veranos de infancia he leído mucha literatura de género este verano. Con desigual resultado.
Este libro lo vendía esta recientemente desaparecida Editorial “La factoría de ideas”, como ciencia ficción feminista. Mi muy modesta opinión me ha brindado otras conclusiones.
Para empezar no es ciencia ficción. La misma autora asegura que la ciencia que hay en sus páginas es inventada. ¡Vaya que si lo es! No hay ciencia especulativa como en la mayoría de clásicos del género. Hay más bien fantasía sujeta a reglas aleatorias. Aquí el problema es que puede suceder cualquier cosa contra las reglas de la física o la biología en cualquier momento. Y sucede. En ese sentido esto sería mera fantasía, o surrealismo o efectos del LSD y otros alucinógenos en la escritura. No tiene por qué ser malo. En el lado positivo de la balanza diré que algunas de sus creaciones fantásticas son excelentes. Tiene muchas imágenes poderosas que es difícil no imaginar en pantalla grande. Pero si no hay reglas es como el relato de un niño. No me genera tensión, no siento empatía por los personajes, me da igual lo que pase porque pasará algo sin voluntad de tener mucho sentido. Supongo que estoy infectado por el amor a la lógica pero vamos, que si te gusta lo absurdo, esta es tu novela.
En cuanto a lo de feminista sí, tal vez. El discurso mujeres contra hombres y viceversa recorre todas las páginas. Pero el feminismo aquí es cuando menos curioso. Vean la historia. Una plaga en el futuro (esto sí suena a ciencia ficción) ha matado a casi todos los hombres. A las mujeres no les afecta y dominan ahora la tierra. Los pocos machos que quedan están controlados en una especie de castillo donde concursan para convertirse en reproductores (serán los cerdos superiores en clara alusión a lo que las mujeres piensan de nosotros en muchas ocasiones). Sí, parece muy feminista de momento. O más bien hembrista. Hay un laboratorio donde introducen a un tipo al que tratan de cobaya humana y torturan durante casi las trescientas cuarenta páginas de historia. Aquí los hombres son tratados como objetos de estudio, de reproducción, de risa (la mayoría son débiles y cobardes o estúpidos) y puedes seguir. Realmente parece una novela muy dura contra mi sexo.
Pero difícilmente me puede parecer feminista una novela en la que las mujeres repiten los comportamientos violentos, sexuales, mezquinos y un largo etcétera de los hombres. Porque así son sus heroínas. Es difícil encontrar una que caiga bien. Así que realmente no sé de qué va o qué quiere contarme salvo en algunos párrafos interesantes sobre nuestra sociedad (sí, la que vivimos ahora, no la de su futuro inventado).
En la primera página su heroína se introduce una pistola en la vagina a modo de consolador y de ahí para adelante, todo guerra. En  un centro comercial unas chicas adolescentes se lían en una guerra de sexo y violencia que no cesa hasta el final. Los capítulos del centro se alternan con los del macho o machos puestos a estudio. Uno de los dos mundos es símbolo del otro.
Pero la historia, en la que no consigo implicarme nada (por más que tiene un buen ritmo es redundante y le sobran páginas, cuenta demasiadas veces el mismo tiroteo) se defiende en las perlas con las que terminaré este post. Si no fuese con las inteligentes reflexiones de Tricia Sullivan, me hubiese costado llegar al final. Pero es que ocasionalmente me ha hecho sonreír o asentir o subrayar. Y solo por eso no suspendo la historia. Un bien bajo para mí. Tal vez a ti que no te gusta la ciencia ficción te guste más.

La verdad es que al verlo al otro lado del cañón de mi pistola, me estaba humedeciendo. He leído en alguna parte que al clítoris le gusta el poder” pág. 111

Se lanza al artificio creado por el hombre, que inventó el comercio para seducirla. Nunca necesitó nada de eso. Anuncios de descuentos con tarjetas de crédito y solicitudes de compra le son totalmente innecesarios; es capaz de hacer seres humanos, pero parece que a ella no le importa.
De verdad pienso que si las mujeres son incapaces de darse cuenta de esto, no se merecen dominar el mundo” pág. 138   

“…la Falange de los Maderos Gordos. Toda la masculinidad autocomplaciente y pagada de sí misma que puedas consumir, y segunda copa gratis en la comisaría. Eso es todo lo que yo veo en los polis, esa mierda patriarcal que siempre se impondrá a cualquier acuerdo de respeto mutuo. Esa jodida incapacidad obsesiva para verte y tratarte como a una persona, es una subclase de macho que nunca jamás cambiará, no importa lo que ocurra. Ahí están ellos, con sus uniformes y su disciplina, una representación codificada y abstracta de todos los trabajadores de la construcción que llevan toda la vida silbándote, y ahí estás tú, demasiado educada para mearte en sus cajas de herramientas en venganza, demasiado educada para desafiarlos, caminando todo colorada porque lo peor de todo era que no sabías si de verdad te silbaban como le silbarían a Caprice (modelo) o si solo estaban siendo sarcásticos y riéndose de tus piernas flacas y cortas y de tu culo plano. Encima, se supone que no tienes que molestarte. Se supone que tienes sentido del humor: como ellos. …” pág. 282


Este último párrafo todavía continúa pero ya veis por dónde va. Y es brillante. Y es por esto y cosas así, como ya he dicho, por lo que terminé de leer sin demasiado disgusto una ficción que me trató tan mal.